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¿Qué tiene de especial Mariano Ferrante y su Círculo Mágico en Lyle O. Reitzel?

Escrito por Natali Hurtado

Editora Revista LaBocaMag - Estudiante de Historia y Crítica del Arte



Conocer la obra de Mariano Ferrante ha reafirmado un pensamiento que ha estado gestándose en mí desde el 21 de febrero. En breve sabrán por qué.


¿Qué tiene de especial Mariano Ferrante? ¿Qué lo hace particular en un mundo donde parece que nada nos sorprende, donde todo se repite y ya "todo está hecho"? Para mí tiene mucho de especial. Ferrante es la confirmación de que aún existen artistas que miran más allá de las ventas, aquellos que investigan, experimentan y cuya obra trasciende lo comercial. Aquellos cuya obra es más que un medio para vivir y "ganarse el pan", es además su razón y su propósito de vivir y de explorarse a sí mismo, convirtiendo su arte en un ejercicio y en un viaje de autodescubrimiento y descubrimiento del mundo externo.


Obras de Mariano Ferrante en Galería Lyle O. Reitzel.
Obras de Mariano Ferrante en Galería Lyle O. Reitzel.

Desde el primer momento en que entré a la galería Lyle O. Reitzel, sin conocer en profundidad la obra ni la exposición "Círculo Mágico", me sentí cautivada, no porque los patrones me hayan generado admiración a simple vista, sino porque en mi mirada más de cerca a los detalles, intuí el tiempo y la meticulosidad detrás de cada pieza. Pregunté: ¿Es acrílica? Y de inmediato mi mente comenzó a llenarse de preguntas: ¿Cuánto tiempo llevó este proceso? ¿Habrá aplicado una primera capa de pintura, cubierto con cinta adhesiva, pintado de nuevo y repetido el proceso una y otra vez?


Esta serie de obras tan complejas, están hechas a base de un patrón inicial que, entre capas y capas, va creando otros patrones más amplios. En diseño bidimensional diríamos que el patrón base es el módulo que crea el diseño y éste a su vez, da lugar al "súper diseño". Sin embargo esto aplica para un tipo de diseño creado en repetición de azulejos, cosa que no pasa en la obra de Ferrante. Me encuentro realmente sin palabras que puedan describir este fenómeno. La obra en la que esto se hace más evidente es una composición de líneas horizontales y diagonales que al entrecruzarse forman un patrón cromático en el que aparecen rombos azules. Detrás de ellos, aparecen otros rombos color naranja. Al describirlo así, muchos podrían pensar: "No nos estás diciendo nada nuevo hablando de formas". Sin embargo no estoy hablando de formas. Estoy hablando de meticulosidad, de tiempo, de esfuerzo y de un profundo conocimiento de colores y tonalidades.


Después de un rato observando la muestra, Flor María Lorenzo me preguntó: "¿Esto es arte óptico, verdad?" Y en ese instante comprendí que estaba mirando la obra desde otra perspectiva. Claro que es arte óptico, pero, de algún modo, mi inconsciente se resistía a etiquetarlo solo así. Y lo entendí al leer el texto museográfico: para Ferrante, su obra no es solo arte óptico. Es un acto de amor y dedicación en el que no solo estudia los planos geométricos matemáticos, sino que su pintura es un constante movimiento que avanza descubriendo tangentes y terrenos desconocidos.


Ahora, ¿qué tiene que ver todo esto con mi 21 de febrero? Aquel día entendí —de la manera más cruda— que la mirada no siempre revela las intenciones. Que no todo está dicho de manera explícita. Que la vista no lo percibe todo, pero el subconsciente y el cuerpo sí captan lo esencial, en un proceso químico, energético, casi inexplicable. Así me pasó con la obra de Ferrante. Mi inconsciente ya había asimilado lo que el artista había puesto en ella, aunque mi mente tardó en descifrarlo de manera consciente.


Pero más allá del 21 de febrero y de mis meditaciones filosóficas en torno a esto, lo que realmente importa es: ¿qué te dice a ti la obra de Ferrante? No pierdas la oportunidad de abrirte a la visión de un artista que, con su perspectiva única, puede generar en ti cosas inimaginables.

 
 
 

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