Por Gustavo A. Ricart, Cineasta y Crítico de Arte
Lamento tener que iniciar esta reseña con una declaración tan severa, pero cometí el error de no asistir el sábado sino el domingo 16 a la "Noche Larga de Museos", cuando ya no tenían nada que ofrecer en el Museo de Arte Moderno, más que una entrada gratis. Mi visita comenzó en el sótano, donde me encontré con la exposición “Invisible” de Gina Rodríguez, curada por Amable López Meléndez. Lamentablemente, no encontré a nadie que me brindara una visita guiada, por lo que la experiencia se sintió incompleta.
La muestra de “Invisible” consistía en una serie de “artilugios visuales” excepcionalmente aburridos, dominados por una monocromía de colores análogos: ocres sin luz y un marrón mediocre que evocaba tristeza. Aunque las obras denotaban un esfuerzo considerable en su ejecución plástica, carecían de contenido significativo. Ni siquiera contaban con una ficha técnica completa, pues omitían detalles cruciales como los materiales utilizados por la artista, dejando sus métodos y secretos en la oscuridad. Las obras parecían interactivas, pero no se permitía tocarlas, a pesar de la ausencia de cintas o señalizaciones que indicaran la distancia adecuada para observarlas.
Al examinar la obra de Gina Rodríguez, es inevitable recordar la crítica de Susan Sontag sobre el arte que busca ser "difícil de ver". En "Sobre la fotografía", Sontag argumenta que el arte que se vuelve inaccesible o deliberadamente oscuro corre el riesgo de alienar a su audiencia. La exposición "Invisible" parece caer en esta trampa, ofreciendo una experiencia que, sin la adecuada mediación o explicación, se convierte en un desafío más que en un placer estético.
En el segundo piso, me topé con la exposición colectiva “Enlazando Mundos”, parte del FIACI. Aquí, las instalaciones conceptuales de Iván Navarro resultaban atractivas, pero se encontraban incompletas debido a la falta de energía eléctrica suficiente para encender las luces de neón en su obra “Impenetrable Room”. La carencia de electricidad no sólo impedía la apreciación completa de estas obras, sino que también reflejaba una falta de planificación y recursos por parte del museo. Las obras de Navarro, conocidas por su capacidad para manipular la percepción del espacio a través de la luz y el reflejo, perdían así su esencia, recordándonos cómo el arte conceptual depende tanto del contexto como del contenido.
Entre los restos de instalaciones y performances, que ni siquiera voy a mencionar porque me sentí incapaz de valorarlas debido a su abstracto e incomprensible idealismo, se encontraba una joya: “Mis pies y mi Pelo” de la dominicana Inés Tolentino. Esta obra contaba la historia de la ciguapa y los desaparecidos, ofreciendo una narrativa poderosa y emotiva. La pieza de Tolentino se destaca por su capacidad para combinar elementos de la mitología local con temas contemporáneos, creando un puente entre lo tradicional y lo moderno. Al observar su trabajo, me recordó la obra de Ana Mendieta, quien también utilizaba elementos de la cultura y la identidad en su arte para explorar temas de pertenencia y pérdida.
Disfruté especialmente la serie fotográfica “Entre el Cielo y la Arena” de la artista dominicana Ariadna Canaán. Sus imágenes, una mezcla de fotografía e inteligencia artificial, parecían contar historias de amor no correspondido, pérdida y sororidad, generando una conexión emocional profunda conmigo. La técnica mixta de Canaán evoca la obra de artistas como Cindy Sherman y Gregory Crewdson, quienes utilizan la fotografía para construir narrativas complejas y evocativas. "La fotografía es, antes que nada, una manera de mirar. No es la mirada misma." - Susan Sontag
Otra exposición destacada fue “Extravagario” de Samuel Priego. Esta muestra parecía tener luz propia, con colores exquisitos y un excelente trabajo de patrones que recortaban las imágenes, insinuando ser un collage de figuras y comportamientos humanos. Priego desplegaba temas como el amor, la soledad, el ocio y la existencia misma con una maestría que capturaba la esencia de estas experiencias universales. La vibrante paleta de colores y la composición de Priego recuerdan a la obra de David Hockney, cuyo uso del color y la forma también explora la intersección entre lo cotidiano y lo trascendental.
En general, encontré piezas y series de gran calidad, aunque también hubo otras que no alcanzaron el mismo nivel de excelencia.
La "Noche Larga de Museos" es una iniciativa admirable que busca acercar el arte a un público más amplio, pero mi experiencia en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo fue una oportunidad perdida. La falta de recursos y preparación adecuada por parte del personal no solo disminuyó mi disfrute, sino que también impidió una apreciación completa de las obras exhibidas. La ausencia de guías competentes, la falta de guías informados y de un catálogo accesible, incluso en formato digital y la imposibilidad de interactuar con algunas piezas dejaron una impresión negativa en mi visita. "Una exposición bien organizada no solo muestra obras de arte, sino que también guía al espectador en un viaje de descubrimiento y comprensión." - Alfred H. Barr Jr.
Esperemos que en futuras ediciones del evento, el Museo de Arte Moderno pueda corregir estas deficiencias y ofrecer una experiencia más enriquecedora y bien organizada para todos los visitantes. La riqueza del arte dominicano merece ser mostrada y apreciada en todo su esplendor, y para ello es esencial una mejor planificación y atención al detalle por parte de los organizadores y el personal del museo. Solo así, se podrá garantizar que el público no solo disfrute del arte, sino que también comprenda y se conecte con las historias y emociones que las obras buscan transmitir.
Gracias.