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La evolución artística de Pablo Picasso

Por Gustavo A. Ricart

Fotos: fuente externa



En el mágico devenir de la evolución artística de Pablo Picasso, nos sumergimos en un fascinante viaje a través de estilos y períodos que han dejado su huella inmutable en la historia del arte. Según la revista digital Cartem Books “En 7 décadas de intenso trabajo dejó al mundo un legado conformado por 1.885 pinturas, 7.089 dibujos, 342 tapices, 30.000 grabados y litografías, 150 cuadernos de boceto, 1.228 esculturas y 2.280 cerámicas.” 



Iniciemos este relato con la etapa azul, un capítulo impregnado de melancolía y reflexión profunda. Desde 1901 hasta 1904, Picasso se sumerge en una paleta de colores donde los tonos fríos, especialmente el azul, danzan en sus lienzos. Este periodo, marcado por circunstancias personales difíciles y la sombra del suicidio de su amigo Carlos Casagemas en 1901, se convierte en una exploración de la condición humana en tonalidades gélidas. Las pinceladas largas y líneas sinuosas, hábilmente manejadas por Picasso, tejen un tapiz de tristeza y aislamiento, transmitiendo una profunda conexión con las luchas sociales y la fragilidad humana.


En el lienzo de la transición al periodo rosa, presenciamos un cambio hacia tonalidades más cálidas y temas que destilan optimismo. Entre 1904 y 1906, Picasso, inspirado en su relación con Fernande Olivier, su amante y musa, pinta con una paleta donde los tonos rosados, naranjas y rojos se entrelazan. Las escenas de circo y vida bohemia se despliegan con maestría, revelando la versatilidad del artista al abrazar temáticas opuestas con una gracia única. Este capítulo, vibrante y animado, es una celebración de la alegría y vitalidad de la vida, donde la paleta de colores se convierte en un eco de la conexión personal y la exploración de emociones más optimistas.


El cubismo, como una epifanía artística, emerge como uno de los legados más impactantes de Picasso. Entre 1907 y 1914, en colaboración con Georges Braque, el artista desafía las convenciones al descomponer formas en fragmentos geométricos. Obras como "Las señoritas d'Avignon" y "Violín y vaso" se erigen como monumentos visuales, representando la realidad desde múltiples perspectivas y marcando una revolución artística que perdura en la historia.


En su retorno a lo clásico, entre 1917 y 1927, Picasso suaviza trazos, adoptando una estética más clásica. En "Retrato de Olga en un sofá" y "La siesta", el artista pinta escenas familiares y acogedoras, transmitiendo una serenidad que va más allá de la técnica, revelando una transformación emocional donde la armonía y la calidez se convierten en pilares de su expresión. Es una etapa que en lo particular me resulta conmovedora.


La incursión surrealista, entre 1928 y 1932, despierta la fascinación de Picasso por lo inconsciente y lo onírico. “Aunque siempre dijo que no era surrealista, en muchos trabajos están presentes elementos de dicho movimiento” - Pedro de la Cruz. “La cercanía de Picasso al movimiento surrealista es confirmada por el hecho de que le fue confiada la ilustración de la carátula del primer número de Minotaure, una revista fundada por Albert Skira que fue publicada entre 1933 y 1939 con Breton como editor.”- revista Dossier (2013)


Bajo la influencia de la musa María Theresa Walter, “sus obras estarían llenas de personajes monstruosos, de gran tamaño y formas distorsionadas”. Una de las obras más significativas es “crucifixión” (1930) en la que se reinterpreta la reusada iconografía del motivo. 


 En el vasto universo de la obra de Picasso, encuentro cierta reticencia hacia su etapa surrealista, donde las formas se desdibujan en un laberinto de lo onírico. En esta travesía artística, siento que Picasso, aunque experimenta con lo surreal, pierde parte de su identidad distintiva y la fuerza dramática que caracteriza otras fases de su carrera.



Pero Picasso parece haberse percatado de su fracaso en la etapa surrealista y es por eso que la década del 50 se convierte en un escenario de experimentación continua, donde Picasso fusiona elementos de su pasado artístico, demostrando una habilidad inagotable para evolucionar. Cada obra refleja una amalgama de estilos, evidenciando su resistencia a ser encasillado y su deseo constante de innovar. En el lienzo de la década del cincuenta, Picasso desata su genialidad con dos obras emblemáticas que dan vida a la esencia de su expresión artística. "Les Femmes d'Alger," una sinfonía de formas y colores, danza en la paleta del maestro, fusionando la inspiración clásica con la audacia cubista. Cada trazo es una nota en el poema visual que revela la complejidad de su visión. Y en el épico "El Rapto de las Sabinas," Picasso se sumerge en una odisea creativa que se extiende por más de una década, dando forma a una narrativa mitológica con pinceladas que destilan innovación y maestría. En esta década, Picasso no solo pinta, sino que esculpe mitos y revoluciona su propia narrativa artística, dejando una huella indeleble en el lienzo del tiempo.


 En el epílogo de su carrera, las pinturas eróticas revelan una introspección profunda en la psique humana. En esta exploración personal, Picasso pinta la sensualidad y la conexión íntima con una vulnerabilidad que se entrelaza con la fuerza de sus creaciones anteriores. La evolución artística de Picasso se erige como un testimonio vívido de su genialidad y versatilidad, donde cada periodo aporta una dimensión única al rico y diverso panorama artístico mundial.


En la revista Dossier, plantean que “En total, el pintor malagueño ha tenido un total de 9 etapas artísticas.” La carrera del artista se destaca por su continua búsqueda de innovación y cambio. Por esta razón, se han identificado diversas etapas artísticas para facilitar el estudio y la clasificación de las obras de Pablo Picasso, las cuales inician al concluir sus 5 años de formación en 1900. 


En el lienzo de la obra maestra de Picasso, encuentro una afinidad espiritual con su etapa Azul, donde la paleta se sumerge en tonalidades melancólicas y resonancias introspectivas. Es en este océano de azules donde las pinceladas revelan la esencia de la condición humana, como un eco trágico pero hermoso.


La elección de este período no es simplemente estética, sino una conexión con la filosofía de la existencia. En las profundidades de la tonalidad fría, encuentro la representación de las sombras del alma, los matices de la tristeza y la soledad. Picasso, en su exploración artística, se convierte en un filósofo que captura la fragilidad y la transitoriedad de la vida.


Cada trazo en azul es una pregunta filosófica, una búsqueda de significado en medio de la adversidad. Las figuras desfavorecidas, los rostros que llevan la carga de la pobreza y el desánimo, se convierten en un recordatorio poético de la vulnerabilidad humana. En este abrazo cromático, veo la expresión del sufrimiento, pero también la belleza que emerge de la reflexión profunda.


Así, mi preferencia por la etapa Azul no es solo un gusto estético, sino una elección que se sumerge en la filosofía de la existencia, abrazando la complejidad de las emociones humanas y encontrando la trascendencia en la profundidad de los matices azules de la creación artística de Picasso. 


“Siempre he considerado que la obra de Picasso era, en su conjunto, la más representativa del hombre del siglo XX, a causa de la multiplicidad de estilos o épocas que comprende, cada uno de los cuales involucra una forma distinta de humanidad” - UNESCO 

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