By Angel Consoró
El arte es tan basto, abarca desde una obra de Da Vinci al aleteo de una mariposa. Sin
embargo, es fácil olvidar que en el arte no existen las fronteras. Son necesarios dos factores para lograr hacerse de un espacio en él, uno es evocar sentimientos y el otro crear una cultura que traspase la barrera del tiempo. No necesariamente limitándose a esto ni mucho menos en el mismo orden.
El arte y el rock han ido de la mano desde hace mucho tiempo, han evolucionado juntos y aunque puedo hablarles por harto rato sobre sus ramificaciones, en síntesis puedo afirmar que el impacto de la cultura ArtRock partiendo del rock'n'roll ha generado el rock punk, el rock alternativo y muchas más derivaciones. De este fenómeno han nacido leyendas como The Beatles, Nirvana, Elvis Presley o la gran obra de arte que es Queen.
Del arte que hablaremos hoy es ese que se desdobla entre las vibraciones de la música y un lienzo en blanco. Desde posters, boards convertidas en obras de museo y portadas icónicas que han inmortalizado a ilustradores, fotógrafos, diseñadores gráficos y directores de arte que han ganado reconocimientos por sus singulares creaciones. Uno de los ejemplos más conocidos es la portada de Nirvana para el album de estudio Nevermind creada por Robert Fisher y el fotógrafo Kirk Weddle (que un siglo después fue homenajeado por McFly en su album Motion In The Ocean). ¿Cómo olvidar el Yellow Submarine de los Beatles o mejor dicho de Heinz Edelmann? Los dibujos de Edelmann dieron forma a la fantasía colectiva de lo que se suponía sería estar en otro plano de conciencia, trayendo a la vista de todos un viaje psicodélico sin necesidad de LSDs; Edelmann dio forma y color a estos viajes sin sentido lógico o asociación.
Walk the Line de Jhonny Cash, diseñado por Shepard Fairey quien ha descrito la relación del arte y el rock como un matrimonio poderoso. Su estilo se inspira en la estética de la propaganda Maoísta y Soviética con rostros como monumentos que glorifican en un primer plano al personaje, perspectivas geométricas y planos constructivistas con su característica paleta de colores rojo, negro, rojo y en ocasiones amarillo y azul.
La editorial Taschen en el 2017 lanzó una antología donde recopiló 500 portadas de discos concebidas en sí mismas como obras de arte, la cual presentó con la siguiente introducción: «Desde el nacimiento de la modernidad, la producción visual y la música han tenido una relación íntima. Desde el manifiesto futurista de 1913 de Luigi Russolo L’Arte dei Rumori (El arte de los ruidos) hasta los discos de doble cara Rotereliefs de Marcel Duchamp, el siglo XX produjo un fértil intercambio entre sonidos y formas, entre símbolos y melodías, y entre los diferentes campos de la composición y la interpretación». Las portadas corresponden desde la década de los 50 hasta la fecha de su publicación.
Sin embargo, como les dije al inicio, esto no se limita a posters y portadas. Es posible y fascinante admirar su manifestación en guitarras, como lo fue la adaptación de uno de sus posters más elaborados de Jimmy Hendrix por Shepard Fairey para guitarras Gibson.
Si bien el arte es un gran aliado para el marketing de la industria musical, no solo en el Rock, es un complemento que va de la mano uniendo a artistas y seguidores, donde los acordes y letras se vuelven visibles al público, dando una imagen visual al sentimiento.
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