By Divanna Chicón
A lo largo de los años son muchas las cosas que han ido perdiendo su valor. Los
intereses personales, el amor por lo material, las prisas y las decepciones, han hecho que lo más importante sea dejado de lado, muchas veces olvidado y otras tantas menospreciado.
Tener un amigo incondicional en estos tiempos es como jugar a la lotería, juegas sin saber si tu boleto va a resultar ser el ganador. Pero de igual manera te arriesgas y lo das todo, porque entiendes que la amistad verdadera vale cualquier sacrificio e intento, por lo que estás dispuesto a luchar por lo que entiendes mereces tener, con el propósito de dar lo que recibes o más.
Estamos en esos tiempos en los que las personas ven como mejor opción el darse por vencidos, el no luchar por lo que quieren. Si algo empieza a salir mal, en lugar
de analizar lo que está fallando y buscar posibles soluciones, prefieren soltar y seguir. Pero la amistad no se trata de eso. “El amigo ama en todo tiempo”
(Proverbios 17,17), y es justo en esos momentos de prueba donde deben permanecer más unidos y fortalecer los vínculos que en un principio los unieron.
Darse por vencidos y dejar que una hermosa amistad muera no debería ser considerado como una opción. Dios le da a cada persona la oportunidad de elegir a esos ángeles llamados amigos. Un sinnúmero de personas entran y salen de la vida de otra, pero son pocos los que permanecerán a lo largo del tiempo. Cada individuo juega un papel importante, sin importar el tiempo que permanezca. Dios no se equivoca y de todo deja una aprendizaje. El único ser perfecto es y siempre será Jesús. Ninguna relación va a ser perfecta. Cada persona carga consigo una personalidad y un pasado que lo hacen ser como es. Dos personas jamás van a estar de acuerdo en todo, siempre habrán diferencias. Aceptar que el otro ni es ni será como tú, que tiene principios, creencias
y valores distintos a los tuyos, que sus ideas pueden ir por una vía contraria a las tuyas, que no se divierte con las cosas que tú lo haces, o que llora por las cosas
más simples, es el principio fundamental para que cualquier relación, del tipo que sea, funcione y crezca con el pasar de los años.
Los amigos están para apoyarse, jamás para juzgarse. El amigo no debe, bajo ninguna circunstancia, apuntar con el dedo a otro, ese papel no le corresponde. Su
papel consiste en aceptarlo tal como es, pero entendiendo que, si este necesita algún consejo o si sabe que está yendo por un camino que le llevará a la desgracia, debe de agarrarlo amablemente de la mano y guiarlo sin obligarlo, siemplemente
acompañarlo sea cual sea la decisión que tome. El pensar diferente puede hacer que haya diferencias y momentos difíciles, es normal en cualquier relación, son situaciones que fácilmente se solucionan comunicándose las cosas. Eso no debe de impedir que la amistad supere cualquier obstáculo.
Uno de los mayores tesoros de la vida es poder contar con un buen amigo. Ese que cree en ti cuando tú has perdido la fe en tu potencial y en lo que eres, ese que te motiva, que te defiende, que te cuida y te demuestra con hechos que puedes contar con él en todo momento.
No des nada por sentado, porque nada nos pertenece. Valora a cada ángel que Dios coloca en tu vida y disfruta del regalo de la amistad.
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