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¿Liberto o Esclavo?


Escrito por Juan Pablo Ledo (@jpledo)


Si hoy alguien te preguntara: ¿te sientes libre o hay algo de esclavitud en la habitualidad de tu vida? ¿Qué dirías?

Tal vez no sepas responder con claridad en los próximos segundos. Tal vez te lleve a justificar que la libertad es un ideal. Que somos libres para hacer lo que deseamos siempre que no afectemos el límite del otro, y allí incluiríamos el respeto al prójimo.


También podrías decir que la libertad está garantizada en nuestro sistema de gobierno republicano donde el poder supremo, la soberanía, pertenece al pueblo, a diferencia de la monarquía, donde los reyes son los soberanos.

Si fueras más profundo, llegarías al punto de reconocer que ser libre es el deseo que todo ser humano persigue incansablemente frente a abusos, atropellos, dominaciones, y obstáculos que la misma humanidad pone en el camino.


Y luego de alcanzar las diferentes definiciones de libertad, quizá empieces a analizar cuánta esclavitud hay dentro de ti, de tu interior, de tu mente, y cuánto es de influencia en tus decisiones.

La humanidad toda es atrapada por estas conductas que nacen y crecen por dentro y se expulsan al mundo exterior de diversas formas, con consecuencias brutales.


La Sagrada Escritura nos dice en el libro de Juan 8:34: “Todo el que comete pecado, es esclavo del pecado”. El cometer no es otra cosa que comprometerse, hacer planes, optar deliberadamente.

Entonces, si piensas que eres libre, primero habrá que analizar si hay conductas que distorsionan este concepto. Porque cuando mientes eres esclavo. Cuando juzgas eres esclavo. Cuando practicas la lujuria sabes que es un pequeño gigante que pronto te devorará. Cuando pones tu orgullo o vives resentido traerá golpes muy fuertes de soportar. Cuando te enojas, te quemas por dentro y herirás a alguien más. Cuando no perdonas, atas tu vida en amargura.


No hay que asustarse en principio con nombrarlos. Mas bien habrá que preocuparse por reconocerlos en uno mismo. Porque no hay un mejor camino hacia la libertad que “el ser humilde y determinarse a trabajar en ella”.


¿Se puede ser libre entonces? ¿O estamos condenados a luchar en esto que vino con nosotros?

¿Alcanza con ser una buena persona, cumpliendo con ciertos valores universales?

Aprendí con el tiempo que por más fuerza, actitud positiva, o “buena vibra” que atraigamos... no será suficiente para decir: POR FIN ME SIENTO LIBRE.


Puesto que la libertad no es un estado EMOCIONAL. Es más bien un estado ESPIRITUAL. Nuestra alma vive en una celda, azotada por estas conductas.

Pero una vez alguien me dijo que un hombre, diferente a todos, hace dos mil años atrás, se presentó delante de muchos. Dijo llamarse el Cristo. Se definió como El Hijo de Dios, el Camino, la Verdad y la Vida. Y enseñó que al conocer la verdad, la verdad nos haría libres.

Pareciera ser que es Jesús, la llave que libera nuestra alma de ese encierro permanente.


Cuando supe que su venida a este mundo significó darme la libertad que no podía alcanzar con formas ni métodos humanos, le pedí que entrara a mi corazón. Quise definitivamente dejarme abrazar por su persona. Si tuviera palabras exactas, describiría lo que la libertad significa estando en las manos de Jesús. Pero no puedo. Solo alcanzaré a decir una: AMOR.


¿Te animás a conocerle?

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